lunes, 3 de abril de 2017

¿Demasiado duros ... o demasiado suaves?

Me identifico como cristiano evangélico, los que me conocen lo tienen muy claro. Soy pastor, mi esposa es pastora y mis hijos tienen cada uno, una relación personal con Jesús como Señor y Salvador, al punto de servirle con los dones y talentos que Él ha depositado en ellos. Esos son los principios que nos definen, en otras palabras, somos una familia cuyo estilo de vida está basado en los preceptos y valores dados por Jesucristo.

Como cristiano, he comprendido que mis convicciones no se venden, y lo que creo, lo puedo justificar con sustento bíblico. Tengo muy claro lo que como cristiano debo defender, y lo que como cristiano debo rechazar, también con sustento bíblico, tal como los discípulos de Jesús hicieron, lo cual está registrado en los libros del Nuevo Testamento.

Ante lo sucedido en mi país en esta 2da vuelta electoral, se dice que como cristianos no debemos manifestar nuestra protesta sino quedarnos callados y orar, siendo la oración la manera más adecuada que tenemos para llegar al corazón de Dios y provocar un cambio.

Es verdad, de acuerdo a la Biblia, no es el activismo político, ni las presiones, las que van a transformar nuestra sociedad, sino nuestras sinceras oraciones por el gobierno de turno. Pero meditemos por un momento en lo siguiente:

¿Debemos callar ante un gobierno que arbitrariamente disminuyó a Dios en la Constitución y lo rebajó a diversas formas de religiosidad y espiritualidad, cuando la Palabra dice no tendrás otros dioses fuera de mi? ¿Como hijos de Dios debemos justificarlo, sabiendo que esto trae juicio de Dios?

¿Debemos callar ante una corriente ideológica que en nuestro país permitió mediante la Constitución y la ley, el establecimiento de uniones homosexuales, usando la figura de unión de hecho como medio para que se establezca, cuando la Palabra de Dios dice que la homosexualidad es abominación a Dios? ¿Como hijos de un Dios Santo y Puro, debemos justificarlo, sabiendo que esto acarrea maldición?

¿Debemos callar ante un régimen que ha implementado que cada ciudadano pueda determinar su "género" (no sexo), con el cual se quiera identificar o al que considere que pertenezca, sabiendo que Dios nos hizo a Su imagen y semejanza, y nos hizo varón y hembra, algo que no se cambia? ¿Como cristianos debemos justificarlo, debemos tolerarlo o hasta defenderlo?

¿Debemos dejar pasar el hecho de que ahora se permite mediante reformas legales, el uso de drogas y hasta las cantidades que una persona puede portar, sabiendo que somos templo del Espíritu Santo y que debemos cuidar y velar por nuestro cuerpo, pues a Dios daremos cuenta de lo que con él hacemos? ¿Como hijos de Dios debemos justificarlo? ¿Estaríamos tranquilos si nuestros hijos, primos o sobrinos consumen droga amparados en esa ley? 

¿Y qué deberíamos hacer ante la sutil legalización del aborto, cuando es clara la Palabra al decir "no matarás"? ¿Acaso las grandes obras, hospitales, carreteras e incentivos económicos tienen tanto peso en nuestras conciencias como para justificar y soportar lo que sabemos que es desagradable a los ojos de Dios?

Si revisamos la Palabra del Señor, notaremos, quizás con asombro, que Jesús también sabía defender sus convicciones, incluso ante el mismo Satanás. Pero no solo eso, sino que también Él llegó a denunciar el pecado, y denunciar las actitudes y formas de pensar incorrectas, al punto de utilizar palabras que en su tiempo fueron consideradas escandalosas, y que probablemente lo sean todavía.

¿Algunos ejemplos? "hipócritas" (15 veces), "generación de víboras" (4 veces), "sepulcros blanqueados", "vosotros sois de vuestro padre el diablo", "no he venido a traer paz sino espada", "necios ciegos", "ciegos guías", "malvados", "malditos". Jesús incluso usó 14 veces el término "Ay", una de las palabras más agresivas que podía decir un judío, pues equivalía a maldecirle en términos muy severos. Aunque parezca increíble, así habló Jesús de quienes rechazaban las verdades del Reino.

Es muy curioso y a la vez triste, pero si Jesús hablase de esa manera en este siglo XXI lleno de amor, comprensión, ternura, tolerancia, respeto e inclusión, muchos negarían rotundamente que ese Jesús fuera "cristiano". El Jesús de este siglo, es un triste invento del sentimentalismo posmoderno que proclama a los cuatro vientos: "No ofendas a nadie, sólo ama, ama y ama, porque el que ama, respeta y el que ama, tolera y el que ama, acepta. Solo ora por ellos". 

Cuando la situación lo ameritaba, Jesús no hablaba con palabras bonitas para halagar a quienes le escuchaban, eran palabras fuertes, como deben ser, porque en ocasiones es la verdad la que no queremos oír.

Debemos recordar que nuestras opiniones no tienen peso, comparadas con las opiniones de Jesús, las cuales ya están registradas en las humildes páginas de la Biblia. Es triste tergiversar las enseñanzas de Jesús, y suavizarlas tanto, al punto de adaptarlas según nuestra conveniencia.

¿Por qué Jesús fue tan duro contra aquellas personas? Él lo hizo porque odiaba el pecado de ellos, porque sabía que sus corazones se inclinaban al mal, porque sus prioridades no eran las cosas celestiales sino las terrenales, pues lo demostraban con sus palabras y también con sus actos, y porque ellos se constituían en piedra de tropiezo para quienes querían venir a Jesús para salvación.

Hablemos claro, decir cosas duras a las personas no es equivocado. Pero lo que se dice, debe ser verdadero y debe hacerse con sabiduría. Pero no es equivocado en sí, mucho más cuando se trata de decir y defender la verdad, pues estamos tratando con personas rebeldes contra Dios, contra nuestro Señor, contra nuestro Salvador, contra Aquel que nos ha dado lo que ningún hombre, ni gobierno, ni recurso material nos puede ni podrá otorgar: perdón, salvación y vida eterna.

Si hemos sido comprados con la preciosa Sangre de Cristo, ya no tenemos derechos, ya no son nuestras opiniones, si tenemos libertad, esa libertad le pertenece a Jesús, y es el Espíritu Santo el que nos impulsa a amar lo que Dios ama, a llevar el ministerio de la reconciliación, a impartir amor, misericordia y esperanza en Cristo Jesús, pero también el Espíritu Santo me impulsa a rechazar lo que Dios rechaza, venga de quien venga, así me lo presenten en bandeja de plata, y así me lo canten con orquesta y coros.

Seamos sinceros, decir y predicar la verdad del Evangelio, nos acarreará enemigos, y no pocos, pero eso no nos tiene que intimidar. A Jesús lo crucificaron, y a nosotros nos tratarán mal, pero si tenemos clara nuestra misión en esta tierra, Dios mismo nos dará la fuerza necesaria para mantenernos firmes ante cualquiera. Si por el contrario, seguimos pensando que calladitos se nos ve más bonitos, y que a parte de orar, ya no tenemos nada más que hacer, porque con eso es suficiente ... puntos suspensivos.